viernes, enero 06, 2006

Mata-ne, Chrismas

Seis de enero, día de reyes y último día oficial de esto que llamamos navidad. Hace tiempo que me dejaron de gustar, supongo que cuando dejé de ser un niño (aunque sigo siéndolo) y perdí casi toda la inocencia (sí, todavía me queda). Sin embargo la navidad se resiste a morir para mi, y no perdona la prolongación de una fiesta que comenzó al mediodía, para celebrar el cumpleaños de una prima.

Lo que antes veía tal y como las multinacionales y los medios quieren que lo veamos, ahora es sólo una hipócrita excusa para aglomerarse en grandes zonas comerciales y ver a personas de las que pasas el resto del año. Y es triste porque creo que reunir a la familia y/o/u amigos es algo que debería poder hacerse en cualquier momento. No hay época inapropiada para ver a tu gente, ni mes inadecuado para amar y, sin embargo, parece que tengamos que hacerlo todo en apenas dos semanas. Tamaña concentración de buenos deseos vanos y amor superficial resulta empalagoso hasta la extenuación, casi irreal, y cuando termina necesitamos que la tierra vuelva a dar otra vuelta al sol hasta volverlo a repetir. Estaría bien administrar todo ese "amor" a lo largo del año, hacer de ello algo más normal a nivel social, mediático, y que así la navidad fueran sólo unas semanas de ilusión para los niños y unos días de fiesta para los adultos.

Reflexiones propias aparte, y aunque no puedo evitar pensar en que hay gente que está sufriendo mientras El Corte Inglés se encarga de recordarnos lo idílica que es la navidad, intento disfrutar de ella cuanto puedo. Por ejemplo la fiesta de año nuevo fue genial. Aparte de hacer lo que se hace en este tipo de eventos cuando eres joven (y no tanto), mis amigos y yo acabamos pelando unas patatas para hacernos unas improvisadas bravas. Nunca había pensado en el efecto desestresante que tiene ese acto tan convencional, os lo recomiendo a todos. Me veo de mayor con mis nietos, frente a la chimenea, explicándoles que un día celebré el fin de año pelando patatas... sencillamente inverosímil. Lo que no os recomiendo es jugar al Buzz y que el perdedor de cada ronda tenga que beberse un chupito. Verdaderamente peligroso...

En fin. En este momento mi casa sigue llena de familiares, conocidos, cánticos por doquier y exaltaciones de la amistad. Los vecinos se quejan, pero es bonito. Me alegra ver que, aunque sólo sea por estas fechas, mi familia sigue unida. Con sus problemas, muchos, pero unida.

Felicidad para todos durante los próximos 365 días y más allá (y que a mi me vaya mejor...).

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